Por fin amaneció mojado. Lluvia en mis zapatos y ganas de gritarle al mundo. Me deslizo como agua, como una gota envuelta en abrazos y me aspiro en mi tranquilidad de niña buena. Paraguas para matarse de amor en la vereda y para hacer de cada uno, un respiro más azul, más bondadoso. Caen mujeres envueltas en celofán. Se estrellan diminutos aparatos contra el piso. Se renueva la casa, se vuelan los niños. Se sumerge el abuelo en una tina gigante y miles de burbujas achican la distancia de un paisaje melancólicamente líquido.
Y me crecen alas.
Y me crecen alas.
2 comentarios:
Isabel, sigo tu blog, casi a diario, pero voy muy liado con la presentación de mi novela y no he podido enviarte lo que te prometí,cuando pueda cumpliré mi compromiso.Continúa... me fascina lo que escribes.
Un abrazo.
Gracias, Jesús. ¡Qué bueno que el cambio sea de tu agrado! Espero tu e-mail cuando tengas tiempo. :)
Un abrazo.
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