En mi mesa no
comen los jíbaros.
No, señor, no comen.
El bacanal de poesía
no tiene ojos ni pies
ni manos.
La cena comienza
con los tambores.
Usted sabe: cuerpos
desnudos al compás
de la persecución.
A veces, pienso
que todos somos
caníbales.
Los cuerpos
están tatuados
y desnudos,
especialmente,
desnudos.
Un jíbaro, atado
de pies y manos,
es colocado
en la mesa.
En mi mesa, no
comen los jíbaros.
No, señor, no comen:
los comemos.
comen los jíbaros.
No, señor, no comen.
El bacanal de poesía
no tiene ojos ni pies
ni manos.
La cena comienza
con los tambores.
Usted sabe: cuerpos
desnudos al compás
de la persecución.
A veces, pienso
que todos somos
caníbales.
Los cuerpos
están tatuados
y desnudos,
especialmente,
desnudos.
Un jíbaro, atado
de pies y manos,
es colocado
en la mesa.
En mi mesa, no
comen los jíbaros.
No, señor, no comen:
los comemos.
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Este poema pertenece a mis comienzos literarios y forma parte del primer poemario que escribí, “Una mujer en el espejo”. Ya sé que el título es bastante cursi, pero fue mi primer poemario :)
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