A las cinco de la tarde Ederlinda está bordando su ausencia de gaviotas. Su marinero descansa en alguna otra orilla, donde jamás arribarán los sueños de Ederlinda. Y el mar va deslizando las horas como un enorme caracol paseándose desnudo en la baranda de un balcón que sólo culmina en los tristes ojos de Ederlinda.
jueves, abril 20, 2006
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La envidia
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2 comentarios:
Bella estampa
Saludos
Muchas gracias, José.
Saludos cordiales.
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