Tenía treinta años y se llamaba Dolores. Hacía unos meses que se había recibido de abogada. Una tarde de viernes vio por la ventana del estudio a dos enormes payasos flotando en el aire. Los payasos la miraban y le sonreían. Pensó que estaba loca. Así que bajó las persianas y salió a la calle.
El lunes siguiente, mientras contestaba una demanda, tocaron el timbre. Cuando abrió, casi se desmaya: los dos payasos en la puerta, pidiéndole que los siguiera. Se puso el abrigo y al poco tiempo se encontró volando y sintiéndose chica de nuevo.
Dos días después la familia y el novio denunciaron la desaparición de la abogada.
Moraleja: La locura se pinta los labios de rojo y blanco.
El lunes siguiente, mientras contestaba una demanda, tocaron el timbre. Cuando abrió, casi se desmaya: los dos payasos en la puerta, pidiéndole que los siguiera. Se puso el abrigo y al poco tiempo se encontró volando y sintiéndose chica de nuevo.
Dos días después la familia y el novio denunciaron la desaparición de la abogada.
Moraleja: La locura se pinta los labios de rojo y blanco.
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