sábado, marzo 04, 2006

Señor H


Te recuerdo como una montaña, enorme, saltando sobre mi diminuta figura. Hombre de velas, de horizontes derretidos como chocolate. Inmensidad de tu espalda debajo de la ducha, manos como tenazas sobre esta epidermis de venas a flor de labios y una mirada pincelada de verdes que deja entrar el sol en mi regazo. Corazón de tonada lenta que va pulsando sus latidos en mis espacios. A ti, señor H, te escribo esta noche para beber de tus lunas bordadas de pasto. Verte detrás de un espejo devorando el cielo con tus dedos de roca, y quebrando lluvias sobre mi espalda, caminante de ocasos cansados. Despiértate que es hora de morder el viento sobre nuestros pasos, porque a pesar de diluvios-cascadas, de tornados-tormenta y de tantas piedras en los tejados, sabemos que después de mí, estas vos y que después de vos, estoy yo y que juntos corremos carreras hacia un mismo barco llamado Rosario.

Rosario, 4 de noviembre de 2003.

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