Heme aquí entre el cielo que no es tan cielo y el infierno que si es humano. Verme en cada verso arañando las paredes de tus noches y tus días, porque tus días se alzan sobre la bandera de ese, tu deseo deshojado de lapachos. Sueltas junto a mí la correa de tus ojos y me enlazas a ti, madreselva. Besar tu sexo, luna, besar tu espalda de equinoccios, tus manos de algarrobo y fingir como fingen los niños junto al mar cuando ven alejarse los barcos. Si cada despedida se lleva un poco de nosotros, hoy tu me llevas entera y me estrangulan tus dedos en el recuerdo de aquellos años. Heme aquí renaciendo en cada gota de lluvia, resucitando en estos soles de invierno, sentada en el recodo de ese río, alumbrando lunas en tus zapatos.
Rosario, 1 de noviembre de 2003
Rosario, 1 de noviembre de 2003
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