“…donde había una barca abandonada llevando entre las noches
de cierto aniversario unas pálidas flores por los ríos”
Olga Orozo
¿Quién yace?, se preguntan,
bajo la triste noche que se desangra
en amapolas negras que dejan rodar
sus pétalos sobre el paisaje claro
de este mañana hecha de cenizas,
donde sólo cabe tu ausencia,
y tus manos…
Pero, ¿quién se atreve a gritarte?
Me indigna el coro que nunca se detiene,
mientras te arrastras, Clotilde,
esperando el sol en la espalda.
Oh, si es la misma muerte,
la que anda esquivando
en los pozos de tu desdicha,
en la blasfema voz que te acompaña,
un presagio profundo que ahorca
sus inmorales sollozos
sobre tu cuerpo y polvo.
¡No te vayas!,
suplican tus terrenales gozos.
¡No te vayas!,
aullarán los campos.
¡No te vayas!,
romperás la tristeza
de quien te habita y te ama.
(Aquí, soñó Clotilde estos versos, dejando en su lugar el alma)
de cierto aniversario unas pálidas flores por los ríos”
Olga Orozo
¿Quién yace?, se preguntan,
bajo la triste noche que se desangra
en amapolas negras que dejan rodar
sus pétalos sobre el paisaje claro
de este mañana hecha de cenizas,
donde sólo cabe tu ausencia,
y tus manos…
Pero, ¿quién se atreve a gritarte?
Me indigna el coro que nunca se detiene,
mientras te arrastras, Clotilde,
esperando el sol en la espalda.
Oh, si es la misma muerte,
la que anda esquivando
en los pozos de tu desdicha,
en la blasfema voz que te acompaña,
un presagio profundo que ahorca
sus inmorales sollozos
sobre tu cuerpo y polvo.
¡No te vayas!,
suplican tus terrenales gozos.
¡No te vayas!,
aullarán los campos.
¡No te vayas!,
romperás la tristeza
de quien te habita y te ama.
(Aquí, soñó Clotilde estos versos, dejando en su lugar el alma)
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