En estos últimos meses, me toca escribir desde mi miedo más profundo: volverme loca. No me creo diferente al resto, aunque pienso que todos se piensan especiales o a veces distintos. Sin embargo, a veces la línea que separa lo normal de lo anormal no parece tan gruesa ni tan incapaz de soportarme.
Todo esto viene a cuento de lo siguiente. No tengo la más pálida idea de cómo una persona se vuelve loca. De hecho, tuve una amiga en el secundario que veía afiches cambiar de color y que pensaba que había una organización en su contra. De un día para el otro, comenzó a ver “el mal” en todas partes e iba diciéndole a todo el mundo que había gente que quería destruirla.
Al principio, con mis amigas tratábamos de controlarla y pensábamos que esta chica se había metido en una secta o algo así. Con los días nos dimos cuenta de que realmente había enloquecido. Hasta acá llegó con esta historia, por respeto a ella, a R., ya que pocas veces he conocido a alguien tan bueno y cariñoso.
Hace casi dos meses, estuve en un psiquiátrico de mi ciudad. Necesitaba un certificado que acredite que quien escribe está bien del coco y por el momento no ve hombres de colores en la ventana. Así que tuve que pedir turno en ese lugar para que un médico que estaba peor que los pacientes me revisara y decretará que mi coeficiente intelectual es superior al normal. Je.
Ese día, estuve en el pasillo del psiquiátrico teniendo una charla con una mujer, quien estaba mal de la cabeza. Me contó que se estaba por casar pero que su familia le rompió el vestido de novia. También me dijo que en su casa eran todos borrachos, pero que ella tomaba leche. Lo que más recuerdo de ella es su risa desencajada y la mirada con los ojos bien abiertos, los cuales no me quitó de encima en ningún momento de nuestra ¿conversación?
El viernes pasado estuve en el cumpleaños de una de mis mejores amigas. Su hermana mayor sufre algún tipo de locura, pero está medicada. Así que también tuve otra charla algo extraña, algo bizarra, algo especial con una chica, que a pesar de sus problemas, vive en pareja y la sigue peleando. Pero igual, la misma risa desencajada y los ojos perdidos.
Hoy, al salir del trabajo, me siguió una loca. Una mujer grande, insultándome y diciéndome cualquier cosa. No voy a contar la charla porque no tengo ganas de recordar el momento, pero reconozco que bien no la pasé. A veces me gustaría hacer algo más por estas personas, aunque admito que me dan un poco de miedo, especialmente como la de hoy.
Siempre que pienso en la locura, pienso en Alejandra Pizarnik, poeta a quien admiro profundamente. ¿Cómo alguien con tanto potencial pudo terminar de esa manera? ¿Puede una vida de mucho sufrimiento o una personalidad atormentada terminar con la mirada perdida y la risa desencajada? ¿Por qué la falta de cordura duele tanto?
Todo esto viene a cuento de lo siguiente. No tengo la más pálida idea de cómo una persona se vuelve loca. De hecho, tuve una amiga en el secundario que veía afiches cambiar de color y que pensaba que había una organización en su contra. De un día para el otro, comenzó a ver “el mal” en todas partes e iba diciéndole a todo el mundo que había gente que quería destruirla.
Al principio, con mis amigas tratábamos de controlarla y pensábamos que esta chica se había metido en una secta o algo así. Con los días nos dimos cuenta de que realmente había enloquecido. Hasta acá llegó con esta historia, por respeto a ella, a R., ya que pocas veces he conocido a alguien tan bueno y cariñoso.
Hace casi dos meses, estuve en un psiquiátrico de mi ciudad. Necesitaba un certificado que acredite que quien escribe está bien del coco y por el momento no ve hombres de colores en la ventana. Así que tuve que pedir turno en ese lugar para que un médico que estaba peor que los pacientes me revisara y decretará que mi coeficiente intelectual es superior al normal. Je.
Ese día, estuve en el pasillo del psiquiátrico teniendo una charla con una mujer, quien estaba mal de la cabeza. Me contó que se estaba por casar pero que su familia le rompió el vestido de novia. También me dijo que en su casa eran todos borrachos, pero que ella tomaba leche. Lo que más recuerdo de ella es su risa desencajada y la mirada con los ojos bien abiertos, los cuales no me quitó de encima en ningún momento de nuestra ¿conversación?
El viernes pasado estuve en el cumpleaños de una de mis mejores amigas. Su hermana mayor sufre algún tipo de locura, pero está medicada. Así que también tuve otra charla algo extraña, algo bizarra, algo especial con una chica, que a pesar de sus problemas, vive en pareja y la sigue peleando. Pero igual, la misma risa desencajada y los ojos perdidos.
Hoy, al salir del trabajo, me siguió una loca. Una mujer grande, insultándome y diciéndome cualquier cosa. No voy a contar la charla porque no tengo ganas de recordar el momento, pero reconozco que bien no la pasé. A veces me gustaría hacer algo más por estas personas, aunque admito que me dan un poco de miedo, especialmente como la de hoy.
Siempre que pienso en la locura, pienso en Alejandra Pizarnik, poeta a quien admiro profundamente. ¿Cómo alguien con tanto potencial pudo terminar de esa manera? ¿Puede una vida de mucho sufrimiento o una personalidad atormentada terminar con la mirada perdida y la risa desencajada? ¿Por qué la falta de cordura duele tanto?
4 comentarios:
Que ovarios nena para reconocer un miedo semejante publicamente.
Después de lo que contas, tanta sucesión de relaciones con la locura haría dudar al mas fuerte.
Lo unico que puedo ofrecer es que cuando empiece a leer mas desquicie que el normal te voy a hacer un llamadito de atención, algo así como "ejem... Isabel, como te ves estrenando chaleco?".
Fuera de broma, volviendo a la seriedad que merece tu post, estamos a merced del Tata. Mejor encomendarse a El que me consta lo bueno que es.
Un cariño.
pd: se te pifió una X en la palabra "secta"... chan!... ja.
Samantha: Gracias por tu comentario. Va de hecho creo que sos la única lectora que me ha sobrevivido en este mundo llamado Interné y todavía sigue del otro lado. Así que eso lo valoro. Supongo que eso, pero supongo que también da para bromas, especialmente por mi error ortográfico. No sé, era algo que tenía que decir. Pero como hoy estoy menos seria que ayer, simplemente te agradezco por pasar y dejarme tu mensaje. Espero que aún falte mucho tiempo para el chaleco. :-)
Saludos cordiales.
Cuando quise decir “supongo que eso”, quise decir supongo que este texto da para algo serio, pero también para hacer bromas.
Agrego una perspectiva instantánea (lease: sin pensar mucho) a la última pregunta del texto:
por la misma definición de cordura.
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