Ella sabe que es imposible subirse a lo más alto del mundo. Anula su sueño, lo borra, lo detiene, y se va a dormir. Nunca comprendió otro idioma más que aquel que la hizo sentirse extranjera en su propia tierra. Ahora es demasiado tarde para regresar. El lunes, nuevamente, el despertador acusará las seis de la mañana. Y el mundo perfectamente gris y mediocre se subirá a su falda. Los poemas de sus horas fantasmas pocas veces vuelven a golpear la puerta. Algún día escribirá algo que valga la pena, se miente mientras el cansancio le gana la batalla.
sábado, septiembre 16, 2006
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