sábado, febrero 18, 2006

18/2

Me duelen los escorpiones de tus manos. El silencio es una daga desnuda y su filo me recuerda la gastada ausencia de cansarse. Sólo me hallo entre las palabras y danzo en el límite amarillo del poema.

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La envidia

 Y la envidia se vistió de mujer oscura, se maquillo los parpados, se miro en el espejo, Se ajusto los botones de un traje viejo y raído, ...