No sé si alguno de ustedes tiene poemas escritos hace varios años atrás, que casi nunca han visto la luz o si la vieron, volvieron pronto al cajón de los recuerdos. Yo soy la orgullosa dueña de una colección de “poemas viejos”. Hoy vuelvo a releer algunos que me dan pena, y otros, gracia y vergüenza, pero como son míos y lo que es de uno, solo le importa a uno, me tomo el atrevimiento de ir publicando “mis poemas viejos”.
Amanda
Un lúpulo verde y la ves gritar.
¡Oh!, ¿la recuerdas?
A veces parto a Normandía
cuando nadie me detiene,
me siento en el jardín
de Amanda y la recuerdo.
Tus labios, Amanda, aquellos labios y tu frente.
Y yo, tan sólo, trece.
Y tú, tan sólo, veinte.
Otoño
Rubor silente de paisajes desnudos,
las miradas ocres de una mujer,cabelleras de viento pincelan
avenidas, humedad
del tiempo
y ayer, ayer…
Presiento que vamos caminando
Me he detenido aquí, si, aquí
y he zurcido flores negras.
-¿Para quién? -me dirás.
Si no tienes a nadie,
si no vales la pena.
En mí, todo fluye,
se corrompe,
y no regresa
como aquel
recuerdo
de tus manos,
como el viento
serenando tus cabellos.
En mí,
nada es extraño,
nada permanece ajeno.
Vengo de un país
de caras tristes
y sin embargo,
no me encuentro.