lunes, noviembre 20, 2006

Desesperación

Mi silencio es un árbol negro riéndose de mí,
y en mi casa sólo lloran vacíos irremplazables

Tengo las manos de pan doliéndome
y desde abajo hacia dentro me persigo:

Soy un globo rojo encendido

Y no tengo más que esta religión de poemas rotos
y una voz de palo escondida
en el espejo de la tarde

¿A dónde se fueron todos mis muertos?
¿Quién pronunciará en ausencias
mi segundo nombre?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Elegiría "ausencia" (es más dañino que el plural).

Me gusta esa religión desligada de transcendencia, nos acerca a la escritura como no-salvación.

Un abrazo

Isabel Bertossi dijo...

Me gusta tu comentario, aunque no entendí muy bien porque este poema acerca a la escritura como no-salvación, supongo que por el tono patético y lúgubre (¡palabra trillada!) que tiene. Si tenes tiempo, ojala me lo puedas explicar.

Muchas gracias por tu sugerencia sobre el verso final, sería algo así:

¿Quién pronunciará en la ausencia
mi segundo nombre?

Un cordial saludo.

Anónimo dijo...

¡Uhmm! Siempre es difícil explicar una sensación sugerida por una lectura. Entran en juego demasíadas incógnitas para la escritora. Me fije y me gusto muchísimo ese canto a los pequeños detalles de la vida normal, "trillada", un poema sobrio, real si se me permite. Resume un gesto que para mi es básico, la escritura no nos mejora, no tiene una finalidad trascendente.

No sé si he conseguido explicarme (y siento la tardanza en el regreso pero las cuitas humanas son así)

Otro cordial saludo.

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