Si hubiésemos adorado las pequeñas fogatas que los pescadores
encendían junto al río un día triste como este,
donde el viento escondía su solapa
debajo de las piedras
Pero no, amor,
decidimos marcharnos a conocer el mundo,
a traspasar aquellos límites sobre los que escribíamos
en una hoja gruesa atada a tu corazón aún dormido
Quizás nos hubiésemos perdido en algún bosque
o amaneceríamos hablando de nosotros,
inventando mañanas de sombras verdes,
duendes en la profundidad
de tus ojos
Y el otoño se habría parecido
a un laberinto de flores secas
que especialmente busqué
para ti y una caracola
nos llevaría a navegar
a una ciudad imaginaria
Pero nos fuimos separando
hasta que olvidamos uno al otro
y las murallas tejidas en la ausencia
pudieron más que este recuerdo
tibio que abrazo mientras todavía
te sueño mirando el río en medio del paisaje
y una fogata te tocaba el alma
como un violín roto