Después de siglos de copular con la misma mujer, el vampiro había dejado de desearla. Cansado de la juventud eterna, las enfermas comenzaron a parecerles sensuales. Su miembro viril empezó a excitarse al observar la podredumbre humana. Las cancerosas eran las que más loco lo volvían, las que más gritaban de placer en los últimos minutos de vida. Se estaba transformando en un pervertido, y no le importaba. Su última amante murió lamiéndole el falo, mientras una hemorragia interna se la llevaba. Sin darse cuenta, se había convertido en la muerte.
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La envidia
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