I
Hay una enorme necesidad de
sacarnos las correas,
de voltear los ojos hacia abajo,
de levantarnos con las manos
pintadas,
II
Oh, pequeña imperfección que me
recorres,
¿a dónde irán a morir tus débiles
flancos?
¿a dónde ensayarán mis horas la
letanía de la muerte?
II
Envejezco, y me rompo.
Renacer de nuevo o seguir
cayendo.
Siempre, siempre hacia abajo.
Mis pies desean aferrarse a ese
cristal que cruje bajo tus labios.
IV
Le doy paso a la vida, a lo que
queda de ella.
A sentirme extranjera, lisiada
del desacato.
Qué bien que escribes cuando
sufres,
dijo ilusamente mientras
una danza de huesos recorría su
espalda.
V
Y toda la eternidad del momento
la redimió en la oscuridad
de una sonrisa doblada en dos.
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