Ensayamos versos que
c
a
e
n
en un plato vacio.
Escribimos a la ausencia,
y olvidamos las metáforas
en el borde de la cama.
Tapizamos la luna de insomnios,
mientras un gato se burla
de nuestro gordo destino.
Tejemos madreselvas en el pelo,
esperando que se rían de nosotros.
Y nadie llena los espacios.
Y nadie alumbra la presencia
de saberse extrañamente musical
en el país del hastanuncajamás.
PD: Escribir con sueño puede ser contraproducente.
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