sábado, octubre 07, 2006

El diario de Laura

7 de octubre: En mi memoria el recuerdo de ser esa mujer pequeñita buscando a un hombre llamado Juan D., quien un día de abril de 2019 supo corresponderme. Él comenzó la charla, él la terminó. Incluso fue él, quien se despidió, dejándome enfrente de mi casa con mi vestido y zapatos recién comprados. Desde esa noche no supe más nada de él, hasta que su existencia llamó a la mía cuando hoy leí en el diario que se casa dentro de dos semanas.

9 de octubre: Pienso en Juan D., en su sonrisa tan bonita y seductora, en sus manos. En el trabajo escribo corazones con su nombre mientras mi jefa me grita desde atrás: “Laura, necesito un nuevo artículo para el blog de la empresa Cubitos. Vamos, nena, escribí algo. No ves que te pago para que escribas no para que duermas”.

12 de octubre: Salgo con Patricia a caminar. Ella se enteró del casamiento de Juan D. y como su costumbre es martirizar a sus amigas solteronas, me lo recuerda con malicia: ¿Te enteraste que se casa ese chico con el salías? Prefiero no responderle. La amistad es una mierda cuando se tienen amigas como esta, pero es la única que me queda. Así que miro para otro lado y me hago la tarada. El fantasma de Juan D. me persigue incluso cuando salgo a caminar con una bruja como Patricia.

14 de octubre: Este fin de semana me toca trabajar. Tengo dos opciones: a) o trabajo o me despiden, y b) o me despedirán sino trabajo. Y eso a esta altura de mi vida sería fatal. Soy una escritora mediocre que trabaja en una empresa mediocre que diseña y edita blogs mediocres para otras empresas mediocres. Tengo que escribir algo relacionado con unos nuevos dispositivos que te enseñan a hablar diferentes idiomas mientras estás durmiendo. Mientras dormís, te pones al lado un aparatito que reproduce palabras en diferentes idiomas. De esa forma, se supone que el subconsciente capta mejor la información y a los cuatro meses, uno puede hablar con corrección cualquier lengua que se haya propuesto aprender.

15 de octubre: Me miro, mi vida es aburrida. Lo que se dice muy aburrida. Trabajo, leo, trabajo. Duermo, como, salgo poco. Apenas algún conocido me llama para salir y luego me toca volver a mi casa, sola, sin nadie. No tengo amigos en el trabajo. Las pocas amigas que tenía se casaron o se marcharon a otra parte. Sólo me queda Patricia, quien con sus comentarios me hace mucho daño. Ella me recuerda a cada rato la diferencia enorme que hay entre nosotras. Y no la culpo. Ella tiene la vida con la cual yo siempre soñé y tiene a su propio Juan D., mientras yo apenas… nada.

16 de octubre: A duras penas he terminado el artículo. Dios ha sido generoso. He salvado mi trabajo, quizás deba buscar otro. Falta un día para el casamiento de Juan D. Creo que en lugar de pensar en él debería acudir a una agencia matrimonial. ¡Qué patético! Pero sino me queda otra, debería intentarlo. Es preferible arrastrarse un poco que morirse de soledad. Tal vez algún vejete con plata se enamore de una escritora con aires de intelectual y rostro de nena buena.

Hasta aquí llega este relato. Si gustan, pueden escribir lo que le paso a Laura el 17 de octubre y sino, pueden mirar para otro lado y hacerse los sonsos. Se aceptan críticas acidas y despiadadas sobre este texto. Recuerden que soy una pobre escritora virtual aprendiendo a escribir. :-) La idea es que el texto refleje un diario íntimo. Por eso repito algunas palabras y las ideas van y vienen. Pero no sé si sea lo correcto.

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