Que Dios me nombre en su alejada
tumba,
que lloren cicutas negras a mi
paso,
que quiera el olvido olvidar mis
dones,
que quiera la vida detenerse un
rato,
que quiera un amigo extender su
mano,
que quiera un borracho no ahogar
sus penas
en el alcohol que quema, en el
dolor que sufre
quien escribe versos
en el mismo ocaso.
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