A veces creo
que no puedo lograr mis objetivos. A veces pienso que soy muy talentosa. A veces
creo que puedo con todo, y a veces creo que no puedo con nada. Mi salvación no
tiene dueños ni mentores, es parte mía, parte de mi crecimiento, de mi ser
mujer en este momento histórico que me toco vivir.
Me miro en el espejo.
En algunas ocasiones creo que soy bella, en otras, me pienso horrible. Es así
como a veces nos sentimos las mujeres. Algunas bailarán cerca del abismo, otras
se esconderán al oír el primer trueno. Y algunas harán el amor mientras afuera
todo se resquebraja.
Pero es hora
mujeres de romper la cascara, de tomar las armas y de dar ese primer paso, que tanto
tememos o guardamos en lo más oscuro de nuestros deseos. Te quiero una mujer
libre, plena, que se sepa reina y guerrera de su propia vida. Una mujer que no
se detiene, que avanza, que camina, que se equivoca, pero sigue.
Creo en las
mujeres de pensamiento racional, que estudian, que se preparan, que mejoran, que
creen en valores y en ideales. Quiero una mujer integra, única y esplendida,
capaz de salir airosa de todas las batallas, que combine ternura con justicia, equidad
con firmeza, suavidad con inteligencia. No creo en los fanatismos ni en los fanáticos.
Creo que es el
momento de que la verdadera femineidad se alce desde la mirada más pequeña para
que juntas podamos abrazar un sueño, el sueño de un mundo enaltecido, en donde
la bondad, la educación y el compromiso sean la bandera que nos empodere, mis
queridas hermanas. Es hora de transformar, de ser mejores personas, de ser menos
quejosas y más valientes, es hora de concretar sueños y de liberar almas.
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