1.
Si este blog fuera cien por
ciento auténtico, tendría que llamarse Espejos.
Si estos bosquejos fueran auténtica
poesía, tendrían que llamarme poeta.
(Pero no me gustan los espejos ni
jamás me autoproclamaría poeta).
La autenticidad es mi fuerte,
bajo ciertas condiciones y en ciertas circunstancias.
2.
No me gustan las caretas. El maquillaje
es decorativo, pero no dura ni permanece. Me gusta ir a la esencia de las
cosas. Al hueso del problema. El problema es que muchas veces no sé cómo
solucionarlo. Me gusta girar en círculos y saber que el poema es un encuentro
musical.
3.
La poesía es un tajo, una
cicatriz, una especie de desahogo emocional. Basta vivir en “el poema” para
considerarse diferente. Lo críptico a veces es demasiado transparente, y
tenemos ganas de salir corriendo hacia el centro de la Tierra. El poema desata
todo lo que teníamos dormido. Saca a la luz. Es una forma simbólica de parir.
4.
Escribir es el mejor antídoto contra
los demonios interiores. Es una forma de hacerlos parir su alma en cuotas. La mediocridad
de mi poesía es algo que no me preocupa demasiado. Antes mi obsesión era
escribir el mejor poema. Ahora es un simple intento de catarsis, de juego. Ahora
busco lo lúdico, lo rejalado. Ya no escribo para nadie, ahora escribo para mí.
5.
Me quede sola mirando la hoja en
blanco. Y entendí que el perfecto instante es aquel en que el mundo es un lugar
de paz. Últimamente vivo alterada. Es momento de relajarse, y de entender que
siempre se puede empezar de nuevo.
6.
Buscamos los inalcanzables. Una puerta se abre en las
sombras, y salimos corriendo detrás de esa pequeñísima esperanza, cuando la
realidad es aquí y ahora. Me cuesta conformarme con lo que me toca. Tengo una
gran necesidad de seguir surgiendo.
7.
Me gusta la conversión del
espíritu. Cambiar de opinión seguido es una adaptación al medio. Amo la
evolución del poema, que cambia según los momentos del día, las circunstancias,
las emociones. Hacer el amor con las palabras es la revolución más utópica del
espíritu.
8.
Amo el surrealismo. No soy poeta,
soy “surrealista”. Para eso sirve escribir: para “descubrirse”. Para conocer la
intensidad de las emociones. Se me acaba la paciencia, se me acaban las ganas
de seguir escribiendo. Todo por hoy. Mañana veremos.