Vi despertar el frío recuerdo del amor que nunca se tuvo. Mi espíritu a veces recupera la sonrisa, mientras escribo, mientras imagino un melodía de labios desnudos. Mi cuerpo es una cárcel que esconde a una mujer perfecta herida de imperfecciones. En muchas ocasiones la ternura se antepone a la razón, y me dejo llevar por los instintos, por la suave cadencia de las emociones. Pero la cordura es mi punto más fuerte, y quizás el más vulnerable. Todo converge en lo mismo: fingir. Fingir que no se quiere, fingir que no se nota, mientras pequeños espejos se clavan en lo más profundo del dilema. Y me entrego por unos momentos a la más idílica de las tentaciones, mientras la monotonía levanta dulces castillos de arena, en que los que mi corazón se aprisiona para siempre.
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