Caen las doradas y tiernas niñas durante toda la noche, durante todos los días. En la cima del crepúsculo, te estoy nombrando. Otro sería el lenguaje de mis palabras, otra la sonrisa.
Voy entre poemas, buscando el grito. No hay nadie en casa, no más ayudas. Se disuelve el pensamiento, sopla el silencio, desgarra el niño.
Escruto en el paisaje y la verdad es un soliloquio que se rompe, un rostro más que querido. Jugar con la inmanencia que sangra, con los coletazos del destino.
Me voy cantando. Creo que he perdido. Y percibo la luz, como un pasadizo secreto a donde se llevan los recuerdos. Quisiera seguir cantando, pero no he podido.
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