Te vas y vuelve a cantar con la misma fuerza de siempre, pasionaria.
Te vas. Quise mirarte a los ojos y llorar toda la noche, pero no estabas. No había nadie. Ni un solo signo de tu despedida. Eras huella bajo mi silencio, escombros bajo un cielo que no daba lugar a la locura.
Entonces, tomaste mis manos en sueños y me prometiste regresar. Quizás mañana cuando los pájaros profesen su más eterno vuelo, puedas volver y sonreír.
Mientras tanto, nada.
sábado, agosto 18, 2007
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