Y la envidia se vistió de mujer oscura, se maquillo los parpados, se miro en el espejo,
Se ajusto los botones de un traje viejo y raído,
se recogió el pelo con dos hebillas doradas,
Y empezó a anotar en un cuaderno todas las fechorías que tenía
en mente,
Así lentamente fue planeando las maldades que le infligiría a
la resplandeciente
La envidia no tenía descanso, no conocía el placer de los
domingos,
simplemente pergeñaba
como destruir a la más luminosa
En ella no cabía una gota de humanidad, ni rastros de un
poco de tranquilidad
La envidia era así, cruel, chocante, arrogante, gritona
La envidia no podía con ella misma, su reflejo le disgustaba
Su falta de conocimientos la hacía sentir pequeña
No obstante, creía que humillar era parte de su venganza,
Pensaba que atacar a alguien más preparado o inteligente la hacía
poderosa
La envidia a veces mentia, a veces dramatizaba, a veces se
hacia la victima
La envidia era así, una mujer sin escrúpulos, diminuta,
miserable, mal educada
No entendía razones, no miraba más allá de sus propias
narices,
Se inventaba títulos, se colgaba de falsos diplomas,
Quería ser lo que nunca seria.
Así la envidia se paseaba por las calles,
Con el alma envenenada, con las alas rotas
La envidia no conocía de sueños, de canciones,
Solo de hacer daño, y de rencores,
Porque la envidia señores,
Se suicida cada noche en medio de sus penas,
Aullándole a la luna,