¿Será que
los poetas son una especie en extinción,
o acaso comprenden
más de ausencias,
y de palabras
dejadas al olvido?
¿Será que
nacen con una estrella partida en medio de los ojos,
y que su
agonía se eterniza,
más allá de
la cursilería?
¿Será que los
poetas tienen tatuada la pena en el corazón,
o que
aprenden desde pequeños
a
inmortalizarse en migajas de dolor?
¿Será que
los poetas se resquebrajan,
se parten,
se
mancillan
y alquilan
sus sentimientos
a la
estrofa que suena perfecta en los oídos del lector?
¿Será que
los poetas viven vidas imaginarias,
que se suben
a los muros más altos
para que al
final de cuentas,
se terminen
suicidando en lo profundo del poema?
¿Será que
los poetas saben más del amor,
de la tristeza,
de la
nostalgia,
porque su jaula
son los sentimientos,
y su
revolución es casi mágica?
¿Será que
los poetas nos despiertan,
nos
maquillan, nos disfrazan?
¿O quizás los
inventamos nosotros
para exorcizar
a los fantasmas?