Intenta frenarme, Padre,
he de caer de nuevo
por la mismas penas
de siempre.
Busco en ti, esa salvación,
ese rostro cariñoso
que me mira,
pero no hay ganas,
Padre.
Mi corazón apenas duerme.
Finjo que sonrío al mundo.
Pero, ya ves, no hay nada
bajo esta piel de diciembre.
Una tonada me trae a la vida,
versos que preparé al descuido,
la memoria de sentirme alegre
o tal vez la necesidad
de ser auténtica en mis propias letras.
Tú decides, Padre.
Te dejo un puñado de mi fe
en tus manos que son viento
y esta plegaria que ya no es mía,
porque te pertenece.
domingo, julio 22, 2007
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)
La envidia
Y la envidia se vistió de mujer oscura, se maquillo los parpados, se miro en el espejo, Se ajusto los botones de un traje viejo y raído, ...
-
Sabes que inescrupulosamente deberías haber esperando. Total, todo se trata de soledad constante, continua, omnipresente. ¿Para qué hablar d...
-
Y la envidia se vistió de mujer oscura, se maquillo los parpados, se miro en el espejo, Se ajusto los botones de un traje viejo y raído, ...
-
Querido H.: Estoy aquí, sentada, viendo como el amanecer consume las últimas horas de la noche. Afuera los árboles envejecen un poco más que...